dijous, 15 d’octubre del 2015

Los errores de los profesores

Estoy asustada.  
Vean este tweet:



Una profesora de castellano corrige una redacción y se equivoca, con un error absolutamente tonto, quizá producido por la prisa, por el estrés, por haberlo leído cincuenta veces mal. El cerebro es muy cabrón, a veces. 
Pues el padre de la niña envía un tweet con una foto del error a Pérez-Reverte, que con su indudable superioridad intelectual y facilidad de palabra monta un pollo, y un montón de gente se ríe de la profesora. Algunos incluso piden que la despidan, y no faltan los de la cantinela de que si son de la pública no se les puede hacer nada porque tienen plaza, y si son de privada son enchufados,
y tal. Qué fácil lo tiene la gente para opinar y para hacer leña del árbol caído. 
¿Esta gente no se equivoca nunca, nunca, nunca? ¿Esta gente sabe cómo de extenuante puede ser la docencia? 
Y otra cosa, desde mi atrevimiento ¿Qué es ser un buen profesor? ¿No equivocarse nunca? ¿Seguro? ¿O quizá sonreir cuando tus alumnos te corrigen, felicitar a quien te ha pillado y mostrar que equivocarse es humano, y que todos podemos aprender?  
¿Queremos profesores que nunca, nunca, nunca se equivoquen? 
Yo no. Para ello ya nos irían bien los robots. No se equivocan nunca, y no tienen bajas laborales. Eso sí, nunca abrazarán a los alumnos cuando tengan un mal día, ni les atarán los cordones de los zapatos, ni les guiñarán el ojo cuando les devuelvan un examen con muy buena nota. 
Quiero que los profesores de mis hijos se equivoquen, y sepan aceptarlo. Estoy convencida que mis hijos aprenderán más de ellos que de personas rígidas que nunca duden. 
Quiero que los profesores de mis hijos los acompañen en su camino, que les enseñen a colaborar, que despierten en ellos la inquietud artística, la curiosidad científica, el espíritu crítico ... Y eso, de verdad que no tiene nada que ver con cometer una falta de ortografía. UNA falta de ortografía. 
A este padre indignado, y a Pérez-Reverte, (a quien por cierto, admiro mucho y leo siempre que puedo) les deseo que no se equivoquen nunca. Si son tan intransigentes con los errores de los demás, supongo que viven fatal los propios.